Indígenas en Colosó le apuestan al ecoturismo responsable

2021-12-28 08:18:49 By : Mr. Tailin Zhou

Puedes personalizar el tamaño del texto y controlar el modo oscuro de la presentación de las noticias.

* El modo oscuro solo está disponible para usuarios registrados, si ya tienes una cuenta inicia sesión aquí , o, regístrate aquí .

Puedes cambiar estos ajustes en cualquier momento dándole clic al botón de ajustes ubicado en la parte superior del sitio, al lado del botón de mi cuenta/iniciar sesión.

Los espejos de agua, las artesanías en palma de iraca y la hospitalidad, son el principal atractivo que se ofrece a los visitantes en este municipio.

Desde la carretera entre Sincelejo y Toluviejo se aprecia la erizada cumbre que se eleva en el horizonte como una rústica escalera que une al cielo con la tierra.

Luego de tomar un desvío por el corregimiento de Caracol, se encamina hacia la benévola montaña, que más que un adorno estético, representa un verdadero maná para los miembros del cabildo Zenú La Esmeralda, en Colosó, Sucre, de donde obtienen productos alimenticios como la yuca, el maíz, y el ñame; pero también la caña, utilizada para la elaboración del ñeque, que es una bebida ancestral; y la palma de iraca, con la que se fabrican finas artesanías.

El lugar es un paisaje de bosque seco tropical en el que la naturaleza, con sus voluptuosas formas, parece esconder el secreto de sus entrañas, como los cristalinos ojos de agua el Salto del Sereno, y La Angostura; entre otras quebradas que brotan de la tierra y hasta de las piedras, como si de esmeraldas se tratara.

Si bien los afluentes resultan un atractivo para los visitantes, el principal baluarte de la vereda La Esmeralda radica en la hospitalidad de esta comunidad Zenú, que habita a unos 33 kilómetros de la capital sucreña, incrustada en las faldas de los Montes de María.

La masa densa de la montaña crea el horizonte que abarca lo que la vista no alcanza, donde la tierra y el agua copulan en un beso, del que germina el verde frondoso que sirve de hábitat para unas 58 especies de aves y 28 especies de mamíferos.

Es precisamente este potencial el que tratan de aprovechar los campesinos para explotar la economía del ecoturismo responsable, sin dejar atrás sus sabías costumbres a la hora de relacionarse con la naturaleza.

Álvaro Sulbarán Arrieta, fiscal del cabildo de La Esmeralda, alterna sus labores agrícolas para fungir como guía turístico de los visitantes que llegan a recorrer la zona ya sea a pie, en moto, en carro o a caballo.

“Soñamos con la construcción de un sendero ecológico que nos permita establecer rutas seguras para los visitantes y para el ecosistema”, indica.

El pueblo de La Esmeralda, nacido de sueños de libertad y reivindicación, es una aldea modesta pero acogedora donde, a pesar de la fiereza de sus ancestros zenúes, el cabildo se caracteriza por el cobijo del buen anfitrión, deseoso de mostrar las maravillas de su tierra y de su cielo.

Para el ascenso a la montaña se recomienda el uso de ropa cómoda y calzado resistente, pero también el ‘permiso’ de la montaña, el cual se obtiene mediante una corta plegaria que generalmente eleva el guía, y que suele ser sellada con un trago de ñeque que, según se considera, infunde energías al visitante y lo protege hasta de la picadura de los mosquitos.

“Son muchos los atractivos que tiene el municipio de Colosó, por eso estamos gestionando con Carsucre y Fontur la construcción de un hostal en el que podamos albergar a los visitantes con todas las comodidades y vender paquetes que incluyen transporte, guía y otros servicios”, indica Sulbarán, con acento pausado a pesar de que su andar es rápido.

El clima en el municipio de Colosó oscila entre los 22 y 33 grados centígrados. Durante el día los vientos descienden hasta la pradera para arrancar el calor de las mejillas sudorosas, y por la noche, ante los rayos de la luna, la montaña luce como el lomo de un animal enorme, fuerte e impasible.

“Nosotros habitamos en la vereda La Esmeralda que está en la parte baja, y arriba en la montaña tenemos nuestros sembrados de yuca, maíz, ajonjolí, ñame criollo, aguacate, cacao, entre otros productos. Ahora sentimos que para aumentar la producción necesitamos asesoría técnica para mejorar los resultados sin tener que ampliar las zonas de cultivo, porque eso podría generar deforestación. También queremos realizar la transformación de los productos para aportar un valor agregado”, asegura Sulbarán Arrieta.

Al igual que los demás pueblos del Caribe, en Colosó son conocidos los mitos y leyendas como ‘el caballo sin cabeza’ y ‘la manta que camina’,  entre otras historias que tratan de explicar la cosmogonía de los locales. Sin embargo, el mayor terror se vivió durante los años de violencia cuando el pueblo fue tomado por la guerrilla, y luego por los paramilitares desde finales de los 90’s hasta el 2007, cuando el Ejército retomó el control de la zona, pero eso no fue suficiente para evitar la estigmatización hacia los pobladores, quienes injustamente eran señalados de pertenecer a un grupo o al otro, solamente por nacer allí.

“Fue una época en la que muchos se tuvieron que desplazar, mientras que a los demás nos tocaba realizar nuestros oficios del campo en medio del temor de toparnos con los violentos, pero luego en el año 2002, las cosas empezaron a cambiar y se comenzó a retomar lentamente la tranquilidad”, indica el guía con evidente alivio.

Antes de la violencia, cuando un perro ladraba de madrugada, se creía que se trataba de un espanto del más allá. Luego la inquietud nocturna del canino se relacionaba con los patrullajes de los grupos ilegales, y ahora el ladrido del fiel can, generalmente advierte el paso de cualquier borracho trasnochado en busca de su casa.

“Ya esto está muy tranquilo, muchas familias han podido retornar y regresar a sus tierras, pero por eso ahora queremos implementar la economía del ecoturismo para alternarla con nuestras labores agrícolas y artesanales”, sostiene.

En los amaneceres de La Esmeralda, el canto de los gallos se alterna con el repiqueteo de las aves que sobrevuelan por la aldea. Los mochuelos, los loros, el azulejo, la guacharaca y la tía maría amenizan los primeros rayos del sol, aunque también vibra en el aire el ronquido territorial del mono aullador que habita entre los frondosos árboles frutales y maderables.

El municipio de Colosó es reconocido por su arquitectura a base de madera, con la que fueron construidas las coloridas casas y algunas edificaciones como la iglesia y la biblioteca. Por esta característica, los pobladores buscan convertirse en patrimonio de la nación, pero sin descuidar la reserva natural.

Óscar Hernández Fuentes, alguacil del cabildo y líder ambientalista de La Esmeralda, asegura que ya se trabaja en cultivos alternos de árboles maderables que les permitan disponer de madera nueva sin tener que extraer de la reserva natural.

“Tenemos sembrados estratégicos de teca, caña y roble para construir las nuevas casas de madera y evitar la deforestación en la montaña, o de lo contrario en pocos años podríamos afectar toda la estética natural de la zona”, asegura mientras trata de abrazar un milenario árbol de caracolí, que requeriría por lo menos de cuatro hombres más, para poder abarcar todo su grosor.

La montaña hace parte de la reserva protectora de la Serranía de Coraza que Colosó comparte con los municipios de Toluviejo y Chalán.

“Se ha dicho que Colosó tiene un 93 por ciento de sus viviendas construidas en madera, toda ha sido extraída de la reserva. Si por cuestión de mantenimiento esa madera debe ser cambiada con una regularidad de cada 10 a 15 años, podríamos acabar con todos los árboles de la montaña en menos de tres décadas”, calcula Hernández Fuentes.

El líder ambientalista asegura que no se trata de dejar de construir las casas patrimonio, pero propone que se haga mediante un uso responsable de la madera.

“En algunas ocasiones las personas se adentran en la montaña para buscar la madera más fina y lo cortan sin pensar en la estética natural, por eso tenemos que cuidar la reserva y para ese fin tenemos cultivos de teca y roble de donde esperamos extraer el material necesario para seguir construyendo casas de madera”, sostiene.

En Colosó dicen que todo el que se baña en sus fuentes de agua regresa para quedarse. Ana Isabel Torres de Mendoza es testigo de esta sentencia, pues hace 55 años llegó a vereda La Esmeralda proveniente del vecino municipio de San Onofre y desde entonces se radicó tras conocer a su gran amor, Manuel Mendoza, con quien tuvo 7 hijos.

“Cuando llegué a Colosó conocí la hoja del tabaco y aprendí de mi suegra, Candelaria Barbosa, desde entonces comencé a fabricar tabacos en los tiempos libres que tenía cuando terminaba de hacer el aseo de la casa”, indica, mientras vigila un caldero de arroz que arde en un fogón de leña.

Si bien la economía del tabaco ha decaído a nivel mundial desde hace varios años, Ana Isabel asegura que no le alcanza el tiempo para responder con todos los pedidos que le hacen desde Corozal, San Marcos y otras poblaciones vecinas.

“Si me pongo a doblar tabaco, teniendo la hoja recortada, y los demás ingredientes, puedo hacer unos 500 tabacos diarios”, dice mientras una estela de humo, que emana el improvisado fogón, llena el espacio en el que se secan hojas de tabaco dispuestas en el techo como si se tratara de un cielo raso.

Una planta de tabaco puede durar unos tres meses en llegar a ser adulta con suficientes hojas para sacar la materia prima.

“Primero se coloca la semilla en trojas, luego cuando nace se pasa para el lote donde va a quedar establecido el cultivo y cuando crece le arrancamos las hojas que ponemos a secar durante unos 15 días”, indica.

La jornada de Ana Isabel inicia desde las 3:00 a.m. cuando comienza a remojar las hojas que utilizará para su producto.

“Esto tiene mucho trabajo, por eso es que la gente se ha puesto floja y ya no quiere hacer tabaco”, dice mientras agarra un puñado de hojas que utiliza para la elaboración del producto que luego vende a $6.000 pesos.

La mujer asegura que sus tabacos son buenos, porque tiene muchos pedidos, pero confiesa que no puede describir el sabor, porque no fuma.

“Si la gente lo compra y lo fuma yo no tengo ningún problema porque esa es parte de mi economía, pero yo no me voy a dañar mis pulmones. Con esto yo me gano el 'billetico' y no tengo que salir a la calle a pedir, porque a mí me gusta es trabajar”, asegura en tono enérgico antes de soltar una carcajada.

En Colosó, los tiempos y las distancias solían medirse con base en lo que duraba un tabaco, una medida que fue reemplazada con la popularización de los relojes.

“Un tabaco mío puede durar de aquí al Salto del Sereno, unos 45 minutos, pero si la persona hala mucho humo con la boca, no le dura nada”, dice; mientras remeda los movimientos faciales de un fumador, para luego seguir riendo a carcajadas.

El empleo formal no es común en la vereda La Esmeralda, por lo que el trabajo en la agricultura y la artesanía es igual para hombres y mujeres, como lo asegura Andrés Borja Sulbarán, un emprendedor en la elaboración de artesanías a base de palma de iraca, quien aprendió esta labor de sus padres y de sus hermanas mayores.

“Como artesanos hemos ido perfeccionando el procesamiento de la palma de iraca, y actualmente tenemos dos formas. Uno que se llama el liso que usamos para envolver y el segundo es la hoja que desmenuzamos para hacer el trenzado de la artesanía”, indica.

Inicialmente este tipo de productos solamente eran elaborados por mujeres, porque se veía como un pasatiempo al tener poca salida comercial, pero al perfeccionar la técnica, los productos se comenzaron a vender como pan caliente, especialmente a través de las redes sociales.

“Fuimos desarrollando técnicas diferentes, e incluso comenzamos a utilizar un tinturado como el rojo, el amarillo, el fucsia, el verde, naranja y el negro”, indica.

La palma de iraca es una planta silvestre que crece en la Serranía de Coraza. Si bien los zenúes que se quedaron a orillas del río Sinú aprendieron a utilizar la caña flecha; otros miembros de esta misma etnia que emigraron hacia el norte, aprendieron a trabajar con la palma de iraca.

“Yo soy artesano porque mi mamá es artesana y aprendí porque la veía y le ayudaba. Pero a raíz de la pandemia yo decidí montar mi emprendimiento y dedicarme al 100 por ciento a la palma de iraca mediante la elaboración de bolsos, aretes, canastos y porta platos”, dice.

El oficio inicialmente era solo de mujeres, y los jóvenes varones tardaron en vincularse debido al machismo.

“Se hizo un estereotipo de que esto era de mujeres y nosotros los hombres si nos dedicábamos a esto, la gente se burlaba, pero eso ha ido cambiando debido al interés económico que tienen estos productos”, dice Borja.

A lo largo de la historia, las estribaciones de la montaña fungieron como barrera protectora contra los invasores, sin embargo, hoy en día esta es la principal carta de presentación de los miembros del cabildo para convertirse en un destino de ecoturismo de predilección en el departamento de Sucre, e invitar a los viajeros a conocer sobre su cultura, sobre su tierra y sobre su cielo.

EL HERALDO S.A. Prohibida la reproducción y utilización, total o parcial, de los contenidos en cualquier forma o modalidad, sin previa, expresa y escrita autorización, incluyendo su mera reproducción y/o puesta a disposición con fines comerciales, directa o indirectamente lucrativos. 2000 - 2021 ©

PBX: (57) (5) 3715000 Línea de atención: (57) (5) 313-3400 / 300-910-9968 Calle 53B N° 46 - 25, Barranquilla - Atlántico Oficina Bogotá: Dirección Calle 88 No. 13 A 07 Teléfono: (1) 218 5733

Al continuar la navegación el usuario autoriza que el portal web, propiedad de EL HERALDO S.A. en el que se encuentra navegando, haga uso de Cookies de acuerdo con esta Política.