De Iruñea al Cabo Norte en Vespa

2022-09-09 18:38:32 By : Ms. Mercy li

Síguenos en redes sociales:

Zabalza es el primer viajero en llegar al Cabo Norte con una Vespa clásica sin apoyo logístico. J. ZABALZA

Javier Zabalza y la Vespa PX 200 con la que llegó al monumento de acero a la esfera terrestre que marca el punto del continente más cercano al Ártico tienen casi la misma edad: 30 años. Un hombre joven y una scooter vieja. Ambos realizaron hace unos meses un viaje con todos los ingredientes de la aventura. Salieron de la tranquila Iruñea y alcanzaron el acantilado noruego en el que confluyen el mar de Barents, el de Svalbard y el océano Glaciar Ártico. Ese helado lugar lo han visitado muchas personas en distintos medios de locomoción, pero nunca en una Vespa clásica, y en invierno.

El viaje de Javier Zabalza, mecánico industrial que trabaja en mantenimiento de maquinaria, comenzó años antes. “La primera Vespa la compré en 2016 tras conocer a mi amigo JAF y que me contara la locura de viajar en scooter al Cabo Norte. Él estaba preparando dicho viaje para el año siguiente”, explica Javier. En ese momento ignoraba que un día tendría que recibir la ayuda de un lapón en tractor que le remolcara hasta su granja perdida en la nieve de Finlandia en la que usaría las piezas de un cortacésped nórdico para reparar un amortiguador reventado de la veterana pero obstinada PX 200. Un navarro, una vespa, un lapón, un cortacésped y el Ártico como meta. Se han escrito guiones de películas con ingredientes de mucho menos interés.

Zabalza, con un amortiguador en la mano, JAF y el samaritano lapón que les recogió con su tractor. | FOTOS: CEDIDAS

“Llevábamos años queriendo realizar este viaje, pero con la pandemia los planes se torcieron. Cuando empezaron a abrir fronteras lo retomamos y nos lanzamos a la aventura”, detalla Zabalza.

JAF –el amigo y compañero de ruta del iruindarra– completó el itinerario en 2017 con su Vespa, una 300 GTS moderna que incluye electrónica y que acumula ya 300.000 kilómetros. La experiencia de JAF resultó fundamental para preparar la nueva expedición de 2022. Ya sabían lo que debían cargar en cuanto a ropa de abrigo y equipamiento. Conversación tras conversación, lo que a Javier le empezó pareciendo imposible se fue convirtiendo en “una oportunidad de oro de poder hacer ese viaje: sus conocimientos en recorridos invernales y mi formación en mecánica se complementaban”.

Zabalza hizo pruebas previas para adaptar la PX 200 a las condiciones que le esperaban. “En el Ártico se comportó como una campeona. Para la preparación aprovechamos la cercanía de los Pirineos y pude hacer varios test en nieve y con frío, por lo que la Vespa llegó bastante aclimatada: solo hubo que ajustar un pelín el motor, pero sin mucho problema”, explica.

Equiparon la scooter con un depósito de gasolina ampliado que pasó de los siete litros de capacidad normal a 18. Lo de las ruedas resultó más complicado: la Vespa es un modelo para el Mediterráneo y no para el Ártico, por lo que no contempla neumáticos con clavos. Las tuvieron que fabricar a partir de las gomas de una Vespa Cross a la que insertaron clavos de invierno fundidos en tungsteno y adquiridos en Suecia, porque en España no se encuentran de la calidad requerida.

Le permitieron realizar una reparación en la recepción del hotel.

También instalaron un antiguo baúl de Correos de los que portaban aquellas vespas amarillas de los carteros: resistentes, herméticos y con candado. Modificaron la parte eléctrica poniendo doble batería, puños calefactables, manoplas calefactables y manoplas térmicas por encima para evitar mojaduras. En el frente de la moto, una parrilla de luces led por las pocas horas de sol y la necesidad de ver las rodaduras en firmes cubiertos de hielo y nieve. Por supuesto, antinieblas en la zaga para hacerse visible durante las ventiscas. Todo complementado con pulsadores de las luces, voltímetro para comprobar la carga de las baterías, altímetro para ajustar la carburación y un GPS.

Cada jornada comenzaba a las cinco de la mañana con una sesión de gimnasia para poner el cuerpo a tono. Después, un desayuno fuerte a base de arroz o pasta y carne o pescado. Y a la carretera a cumplir tramos de entre 250 y 450 kilómetros en función del trazado y las condiciones climatológicas. Paradas en gasolineras para repostar combustible y tomar un chocolate caliente. Y de nuevo a la ruta hasta avanzada la tarde. Una merienda-cena copiosa, pero menos que el desayuno, y nueva sesión de ejercicios. “Terminas el día agarrotado y viene bien estirar y desentumecerte”, advierte un Zabalza que ha comido reno, oso y un salmón “increíblemente bueno”. Ofrecían ballena en los menús, pero prefirió no probar. El reno y el oso le gustaron.

Así durante 21 días. Aunque el viaje en realidad duró 23. La etapa Iruñea-Alemania la realizaron en furgoneta. Por una razón de peso.

“Hasta el norte de Alemania fuimos en furgoneta porque en moto suponía llevar otro juego de ropa y ruedas: el clima y las condiciones de la carretera no son las mismas de España a Alemania que de Suecia a Noruega. Es la diferencia entre salir vestido de neopreno y con aletas desde casa o llegar al mar y ponerte todo. Por evitar cargar mucho más equipajes decidimos hacerlo así. De esta manera ya salimos del ferry en Gotemburgo con todo el equipamiento de invierno directamente. Las ruedas de clavos solo sufrieron por el sur de Suecia”, relata Zabalza.

La distancia entre Iruñea y el Cabo Norte es de unos cinco mil kilómetros. Desde Gotemburgo hasta el límite del Ártico algo más dos mil. Pero estos dos mil son los complicados de verdad, sobre todo en invierno. Javier y JAF podían haber elegido el mes de julio para su cabalgada. Pero optaron por febrero. “¡Ahí está la gracia!”, recalca el navarro.

Por esa razón, mantener la temperatura corporal resultaba vital. Y no existen secretos. “Lo de la ropa era una odisea, en la parte superior llevaba una camiseta térmica de lana, una camiseta de forro polar, un plumas, la cazadora de moto de invierno con el forro térmico, el forro impermeable, y por fuera de la cazadora un traje de agua para que la sal y la grava no me estropearan toda la ropa. En la parte inferior, pantalones térmicos de lana, pantalones de forro polar, el pantalón de moto de cordura con protecciones y su forro térmico por dentro y el pantalón de agua para la sal y la grava”. Todo un catálogo de prendas el de Javier que no termina ahí. “Calzaba unas botas canadienses preparadas para -30º; en las manos unos guantes de invierno que compramos aquí, pero terminamos pillando en una gasolinera unos de trabajo para camioneros que resultaron supercómodos y que costaron solo 15 euros”.

El truco de los guantes de camionero se lo sabrán pocos moteros. El casco era de moto de nieve, canadiense, con un sistema de calefacción que impide que el vaho de la respiración se congele en la visera. Por supuesto, vestuario de recambio en el baúl. Ademas de herramientas, piezas y saber hacer.

“Nos encontramos sirgas [cables metálicos] congeladas prácticamente a diario; descongelábamos con el camping-gas y con un spray de alcohol hasta que no hubo remedio y tuvimos que cambiarlas. Se me rompió un amortiguador. Y tuve que cambiar el embrague y el elástico de la caja de cambios. Pero al final pudimos salir de todas las averías adelante” narra un Javier Zabalza que añade que la 300 GTS de JAF –la primera Vespa en alcanzar el Cabo Norte en invierno en 2017– también tuvo que superar un problema eléctrico.

El paisaje lunar, blanco, helado y absolutamente silencioso de ese lugar impresionaron al motero iruindarra. Pero otro aspecto tiene más cabida en su memoria. “Fui con el prejuicio de que las gentes de Suecia, Finlandia y Noruega eran serias, poco sociables. Pero resulta increíble lo que me han ayudado en las situaciones malas: enseguida paran para ver si estás bien y te pueden ayudar, supersimpáticos y generosos. Cambia mucho cuando ves por ti mismo las cosas y no por la tele o el ordenador”, reflexiona el navarro.

Aconseja a quienes quieran completar viajes como el suyo que se preocupen de conocer su moto y un poco de mecánica básica, pero sobre todo “que lo empiecen”. Él ya está planeando una ruta por los Alpes italianos. Y JAF, a sus 62 años, una expedición al lugar habitado más frío de Siberia, en cuanto la situación internacional facilite la obtención de visados. Ambos en Vespa. Un vehículo de dos ruedas con motor monocilíndrico de dos tiempos.

Disfruta de todas las novedades

© Editorial Iparraguirre, S.A Todos los derechos reservados